Camareros a la carrera, turra de libros, gente haciendo cosas y clásicos revisitados
Carta excéntrica #19
Abres la nevera, sacas una cerveza muy, muy fría y al tirar de la anilla ¡plop!, se congela instantáneamente. En ese momento el cuerpo te pide maldecir a los cielos mientras esperas a que se caliente un poco. O también puedes respirar hondo, contar hasta diez y asociar la hora del aperitivo con el Big Bang.
Porque el mismo principio (un cambio de fase ante una mínima perturbación, como la diferencia de presión al abrir nuestra lata) provocó la aparición y expansión de una sopa primigenia de quarks y gluones en una fracción de segundo. Y con ello el discurrir del tiempo bajo la égida de las leyes de la termodinámica. El origen del Universo. ¿Cómo te quedas?
Denle al laik y síganme para más consejos de cencia mindfulness.
Camareros a la carrera
Con la excusa de la celebración de los Juegos Olímpicos, París ha rescatado una tradición ya centenaria: las carreras de camareros. Un recorrido de dos kilómetros portando una bandeja con bebidas. La idea es llegar antes que el resto, claro, sin derramar ni una gota.
Aunque en Argentina, Inglaterra y otros muchos lugares también se convocan, parece que fue en 1917 cuando se creó en Francia este tipo de pruebas.
Aquí llegó rápidamente. En Madrid se fundó en 1927 el Nacional Sport Club y, a las siete de la mañana del 20 de febrero de ese mismo año, se celebró la primera competición oficial: un recorrido circular con salida y meta en el Paseo del Prado. El ganador fue Venancio Cermeño, informa la crónica publicada en La Esfera:
“El vencedor no fue el mejor corredor a pie, probado en vulgares lances atléticos con fortuna, sino el más camarero entre todos, quien supo conservar perfectamente el equilibrio de su bandeja llegando a la meta a paso de marcha, intactos los vasos sobre la bandeja esgrimida con verdadero arte al girar por las calles”.
Los vasos llegarían intactos, pero medio vacíos a decir de algunos testigos... El caso es que solo cinco años después la cita contó con 160 participantes y fue seguida en las calles por más de quince mil personas, ya con reglas mejor definidas: había que correr uniformado y llevar en la bandeja dos vasos y una botella.
Alicante, Málaga, Bilbao, Valencia… Muchas ciudades se fueron apuntando a la idea con el paso de los años, al tiempo que se complicaba el reto añadiendo pruebas con relevos o sumando a la bandeja más botellas, copitas de licor y hasta servicios completos de café.
Junio en el jardín
Feria de libros
Ha pasado mucho tiempo desde la última turra de libros y hoy termina la feria de mi ciudad, aunque en estas semanas hay muchas otras. Así que, por si te tientan, aquí dejo una lista de lecturas de los últimos meses. No todas son novedades; varias se han asomado ya a la Carta.
Una colección de relatos de sus inicios como escritora, pero publicada en castellano hace solo un par de años. La infancia, el paso del tiempo o la soledad en cuentos en los que la premio Nobel dibuja personajes -casi siempre femeninos- reales y complejos.
Otra recopilación, pero de artículos periodísticos, y que ha salido citada por aquí. Un poco irregular, creo, revela momentos cotidianos de la autora y es ideal para el picoteo.
Novelón de enigmas y amor a los libros, galardonado con el premio Goncourt y también reseñado hace pocas semanas.
Que no todo sea ficción. Este es un libro de viajes, una crónica de la mirada de los occidentales sobre distintos países de Asía a partir de las biografías, textos y anécdotas de escritores como Conrad, Kipling, Orwell…
El de Jiménez me llevó por asociación de ideas a rescatar una vieja edición de El camino más corto, de Manu Leguineche. También han caído la trilogía de Liu Cixin, releída ante el estreno de El problema de los tres cuerpos en Netflix, y Gargantúa y Pantagruel, de François Rabelais, porque hay que volver a los clásicos y -sobre todo el primer libro- es absolutamente brutal, cómico, escatológico y, sin embargo, apetitoso.
Tras el banquete pantagruélico, los versos de Ann Carson (Hombres en su horas libres) y Paisaje con grano de arena (Wislawa Szymborska), para alimentar también el alma, y los ya comentados por aquí Madre de corazón atómico (A. Fernández Mallo) y El ruido de una época, de Ariana Harwick. Una recomendación más: Sagitario, o cualquier otra cosa de Natalia Ginzburg. Nunca defrauda.
Por otro lado, los hay que no han encajado con mis gustos, pero se habla muy bien de ellos en general, así que no los obviemos: La biblioteca de los nuevos comienzos (Michiko Aoyama) y el Hamnet de Maggie O’Farrell.
En proceso, por eso cierra la lista. A pesar de centrarse en algo aparentemente trivial y muy concreto (o por eso mismo), la historia de los cítricos en Italia es un viaje ameno y lleno de curiosidades. Aquí un ejemplo.👇🏽
Casa de citas
“Cuando abrió sus puertas en 1775, La Specola fue el primer museo del mundo accesible al público en general, aunque inicialmente se hacía una distinción entre las clases más bajas, que sólo podían entrar entre las ocho y las diez de la mañana, «si iban decentemente vestidos», y «los inteligentes y bien educados», que tenían libre acceso desde la una, siempre y cuando se quitaran la capa y la espada y las dejaran en la puerta.”
“El país donde florece el limonero.
La historia de Italia y sus cítricos.” Helena Atlle.
Houellebecq y la IA
Ya lo subí a las Notas de Substack. Pero en esta casa no se deja ni un plato sin rebañar y, además, se habló de Houellebecq en una carta anterior, precisamente al hilo de si debemos o no separar al autor de su obra.
El caso es que el patrón de la editorial Gallimard cuenta en un artículo que pidió a Llama, la inteligencia artificial de Meta (aka Facebook) que redactara un texto à la manière del polemista profesional Michel Houellebecq.
Llama respondió en francés que no podía escribir algo que pudiera ser considerado "ofensivo o discriminatorio".
En cambio ofreció -en inglés- escribir una escena que fuera "respetuosa e inclusiva", como un "grupo de amigos en el parque, en una tarde soleada" que cantan canciones "para celebrar la belleza de la diversidad".
Un periodista de AFP hizo el mismo experimento con otro motor de IA, ChatGTP. Menos tiquismiquis que su competencia, cumplió con lo solicitado, pero añadió a su respuesta algo así como una “nota al pie”:
"Las obras de Houellebecq son ficticias y sus opiniones a menudo se expresan a través de narrativas complejas, satíricas y, a veces, exageradas".
Aunque no me consta, casi seguro que Michel se estará relamiendo de gusto por la publicidad gratuita. Pero que un producto (de pago) invisibilice autores, deje de indexar determinados contenidos y los escamotee en sus respuestas -además de sugerir direcciones alternativas o añadir reflexiones morales de su cosecha- resulta bastante inquietante.
Gente haciendo cosas (sin parar)
Con apenas días de diferencia, Maralgo publica Interra, Beltrán ensaya para el Weekend Beach Festival, Emma se va de rodaje nocturno, Belén se sumerge en los Clásicos, Aroa me pasa la versión final de su corto, Álvaro se asoma a Spotify, Carmen presenta antología de cuentos y se reedita Yoho, con ilustraciones de Judith.❤️❤️❤️
Por favor, qué gusto estar rodeado de artristras.
Looking back over “Siglo de Oro”
Vamos terminando con música.
La de Andreas Prittwitz, quien seguro te sonará como acompañante de grabaciones y giras de Sabina, Miguel Ríos, Victor Manuel, Serrat, Krahe, Jorge Pardo, Pedro Ruy Blas…
En una faceta muy distinta, revisitó anoche en los Clásicos en Alcalá algunas piezas del Siglo de Oro, como el “Ojos, pues me desdeñais”.
Hasta la próxima carta, que el perro no se pasea solo. Que tengas buena semana. ✋
Puedes contestar a la carta en los comentarios o enviar un correo.