Ciencia-ficción en Ramón y Cajal, interiores de series televisivas y la dama y el unicornio
Carta excéntrica #9
Famosos pero excéntricos, podría ser el leit motiv de las últimas cartas. Aquí exploramos -entre otras- las veleidades futuristas de Ramón y Cajal, un par de libros de diseño muy especiales y un pequeño homenaje a Ordine, que se ha perdido a su pesar la entrega del premio Princesa de Asturias. Feliz domingo!
Pues no; aunque Ciencia y Ramón y Cajal estén en el título, no se trata de hablar de neuronas ni de histología ni del premio Nobel concedido en 1906 al navarro de nacimiento y aragonés de adopción. La cosa, aunque extraordinaria, es sabida.
Nos interesan más otras actividades de don Santiago, que tenía muchas y variadas aficiones además de la mirar por el microscopio. Por ir en orden cronológico, la primera de esas múltiples facetas, y bien temprana, fue la de meterse en líos.
Lo mismo llenaba de grafitis las paredes del pueblo que le tiraba cantos con una honda a todo lo que se movía. Igual robaba rosas de los huertos vecinos para completar su colección de flores con todas las variedades cromáticas posibles que se pasaba las horas dibujando mamarrachos castigado por su mal comportamiento en casa o en el colegio.
Incluso pasó una noche en el calabozo por reventar (con apenas once años) la puerta de una cerca con un explosivo casero. Una joya, el muchacho, con una prometedora carrera como delincuente habitual por delante.
Del gimnasio al cuarto oscuro
Pero, afortunadamente para él, y para su entorno, ya de adolescente la curiosidad por otros asuntos le distrajo de esa primera vocación. Perdió el derecho a rondar a una moza sin rivales molestos alrededor jugándose la prebenda a un pulso contra un compañero de estudios. Humillado al perder el trono de más machote de la clase, se apuntó a un gimnasio para muscularse, un pionero del culturismo.
Y con tal tesón se empeñó en ello que pronto cambió su fisonomía hasta parecer, según él mismo confesaba, uno de esos forzudos de feria de andares simiescos y el tórax hipertrofiado. Vamos, un pionero también, pero de la vigorexia.
Luego le dió por el ajedrez. Y por la fotografía, hobby que ha dejado para la posteridad un buen montón de selfies del investigador como pionero de Instagram. Se aplicó además a la parte técnica del daguerrotipo y el colodión, llegando a acariciar la idea de poner un negocio de venta de placas fotográficas con un emulsionante de su invención muy alabado por sus colegas y esa pasión se vio coronada, muchos años después, con la presidencia honorífica de la Real Sociedad Fotográfica.
A todo esto, sin saber que Edison trabajaba en un artilugio similar, le dió tiempo para investigar la luz, las ondas sonoras e inventar el fotofonógrafo, capaz de registrar sonidos sin necesidad de surcos.
Una afición hipnótica
Pero la pasión por el dibujo tampoco lo abandonó nunca. Se le daba bien y, aunque estudió obligado y sin la mínima intención de ejercer nunca la carrera de Medicina, aprovechó su paso por la Facultad para realizar un montón de estudios anatómicos, práctica que le serviría para legarnos sus famosos bocetos sobre el funcionamiento del cerebro.

Cayó también en las redes de otra moda del momento: el espiritismo, el ocultismo y la psicoterapia. De todo aquello lo que más le interesó fue la hipnosis y, bajo el rimbombante nombre de Sociedad para la Investigación Psíquica, abrió en su propio domicilio un gabinete donde aplicar esa técnica.
Por allí desfilaron, según cuenta el propio Ramón y Cajal, “especies notabilísimas de histéricas, neurasténicos, maníacos y hasta de acreditados mediums espiritistas”. De la experiencia sacó en claro la existencia de automatismos cerebrales fascinantes pero que nada tenían que ver con lo paranormal y la convicción de que el ser humano es increíblemente sugestionable.
Lo de la hipnosis lo siguió utilizando hasta en casa, sometiendo a su mujer, Silveria Fañanás, a varias sesiones de preparación antes del sexto parto logrando atenuar los dolores, aunque tenemos la versión del hipnotizador, no la de su esposa.
Ciencia ficción de bolsillo
Y, por si todo esto fuera poco, y aquí viene la explicación al título elegido, también fue pionero del periodismo científico con artículos de divulgación que firmaba con el seudónimo de Doctor Bacteria, con a, y no Doctor Bacterio con o, que ese es el de las aventuras de Mortadelo y Filemón.
Ya con su nombre, Ramón y Cajal firmó un ramillete de novelas cortas de ciencia ficción, un género del que no hay muchos precedentes en castellano antes de él. Cinco de ellos salieron bajo el título Cuentos de vacaciones. Narraciones pseudocientíficas.




En A secreto agravio, secreta venganza cuenta el intento de venganza de un científico basado en inocular a un rival un virus mortal, y suma la búsqueda del elixir de la eterna juventud, con un resultado inesperado, pues acaba descubriendo la senilina que, como si nombre indica, es todo lo contrario.
En El fabricante de honradez, un doctor mantiene la paz social en Villabronca, supuestamente con un medicamento que calma los ánimos, aunque en realidad es que ha hipnotizado a sus vecinos. En La casa maldita otro sagaz doctor desmonta los fenómenos que se suceden en una casa embrujada a base de explicaciones con base científica.
En El pesimista corregido cuentas las cuitas de otro médico, con ojos tienen visión microscópica, un superpoder que acaba siendo una maldición insoportable. Y en El hombre natural y el hombre artificial cambia de formato y se embarca en discusiones sobre el valor de la religión y el de la ciencia.
Nacidas como divertimento, apenas unos pocos ejemplares para distribuir entre el círculo de amigos, las novelas tuvieron una edición posterior y a estos cuentos sumaría algunos más, hasta alcanzar la docena. Pero entre el trabajo, el Nobel y el resto de aficiones, la vida no le daba a Ramón y Cajal para perseverar en el intento de brillar como el gran autor de ciencia ficción en español de su tiempo.
Casa de citas
Si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida.
Interiorismo en serie
El ilustrador Iñaki Aliste Lizarralde plasma, a la manera de realistas planos de planta de un proyecto de arquitectura, cómo serían en la vida real 35 sets de televisión, aquellos donde se han rodado algunas de las series más famosas que puedas imaginar: Friends, Seinfeld o Los Simpson; I Love Lucy, La Casa de la Pradera o The Big Bang Theory. Y los reúne en el libro Behind the screens.
Como comparte algunos de estos diseños en Twitter (o como se llame ahora el juguete de Elon Musk) espero que no le importe que os muestre algunos de ellos.
Procrastinando entre serie y serie, salta de la nada otro libro. Uno que recoge la influencia del diseño y el interiorismo de la época en la escenografía y mobiliario utilizados para representar el futuro lejano en la serie original de Star Trek (1966). Muchos de los elementos de atrezzo se compraron en tiendas o subastas, eligiendo lo más “moderno” de la época para acompañar la aventuras de la Enterprise. El libro se llama Star Trek: Designing the Final Frontier.
Serendipias musicales
De oca en oca, la serendipia y Spotify nos llevan de la música de la carta anterior a Scarborough Fair, y de aquí a un disco publicado en España por -usemos el tópico- el mítico sello Guimbarda a finales de los 70.
Así que los hados quieren que escuchéis a John Renbourn con, en este corte, la voz de la pentangle Jacqui McShee, que sigue en la brecha y anuncia conciertos en noviembre en Reino Unido.
La portada reproduce la imagen del tapiz A mon seul désir (La Dama y el Unicornio) que guarda el Museo de Cluny en París. Como ya sabéis, solo hay una forma de capturar al unicornio:
Yo quisiera
Beber de tus manos de doncella
Los últimos posos de la noche.
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