Colores que no existen, trampas de lo real y la guía alternativa de viajes experimentales
Carta excéntrica #42
Esta semana nos vamos de viaje en el tiempo (desde la antigua Grecia hasta la actualidad, siguiendo una flecha temporal de color azul) y en el espacio, pero con un catálogo de destinos y actividades para nada habituales. Bueno, y disfrutamos también del teatro, que es otro tipo de viaje que siempre apetece, ¿no?
Feelin’ Blue
Hay un color que solo han visto cinco personas en el mundo. Las cinco que han sido sometidas a un experimento donde mediante una luz láser se estimula uno de los tres tipos de conos o células fotorreceptoras de la retina, evitando que se activen las que responden a las longitudes de onda que nos permiten ver el azul y el rojo.
Dicen los participantes que vieron un tono azul verdoso muy saturado al que han llamado olo, supongo que en un juego de palabras donde a “color” se le restan la c de cian y la r de rojo. Un tono que, hasta ahora, ni existía ni tenía nombre para el ser humano y que nos recuerda que el mundo no es como parece.
Recibimos estímulos a través de los sentidos: un determinado rango de frecuencias de audio, un limitado espectro de colores, aquellas moléculas que el gusto o el olfato son capaces de distinguir y procesar. Así que escuchamos, vemos, olemos y saboreamos un entorno distinto al que perciben otros animales.
Diferente, incluso, al de otros seres humanos, como nos recuerdan los memes de internet, porque hay quienes ven un vestido blanco y oro mientras para otros es azul y negro. Y llamamos realidad a esa vaga y particular impresión.
Hay teorías que afirman que solo es preciso ponerle nombre a un color cuando somos capaces de teñir algo de ese tono, cuando es posible separar el adjetivo del objeto. Si no, nos apañamos a base de referencias externas, como cuando hablamos del color naranja, el lila, el violeta, el aceituna o el salmón.
Resulta que, a diferencia de la clorofila o el caroteno (que absorben y reflejan determinadas longitudes de onda tiñendo de verde o rojo la naturaleza), no hay pigmentos azules naturales. Y los escasos frutos, pájaros o insectos que muestran tonos de azul lo consiguen a base de mezclar los anteriores, combinar moléculas o modificar parámetros como la acidez. Es raro de ver y raro de reproducir, así que en todos los puntos del planeta hay palabras para el blanco, el negro o el rojo, pero no siempre para el azul.
Salvo excepciones (como el Perú de hace 6.000 años, donde ya se conocía el índigo, o el Egipto de los faraones, que fabricaba el carísimo tinte irtyu a base de sílice, calcio, cobre y un carbonato de sodio llamado sal divina), la mayoría de las culturas antiguas carecían de un pigmento azul con el que teñir telas u otros enseres. Cuando veían en la naturaleza esos tonos poco habituales, los asociaban a una gama de color cercana y más común,en lugar de dar al conjunto un nombre propio y diferenciado.
Por eso para los antiguos griegos el azul no existe.
El primero en darse cuenta de la ausencia de una palabra para designar el color azul en textos como la Ilíada o la Odisea fue el político y cuatro veces Primer Ministro inglés William Gladstone. En esos escritos hay auroras de rosados dedos, hay oscuro vino y hay mandíbulas rojas de sangre. Pero no hay azul, aunque alguna traducción al castellano utilice la expresión azuloscura.
Y no porque Homero fuera ciego, según cuenta la tradición, o porque todos sus compatriotas sufrieran alguna discapacidad visual. Es que no lo necesitaban para manejarse por la vida.
Aún quedan culturas y un alto porcentaje de humanos de sexo masculino 😝 que no distinguen distinguimos con mucho tino entre verdes, azules y grises.
Sin embargo, en la actualidad, el azul es el color favorito en la mayoría en las encuestas, y destaca como elección dominante en ropas, logotipos o banderas. Eso sí, tendríamos que preguntarnos a qué azul se refieren los encuestados, porque quizás no todos estemos de acuerdo en llamar azul a según qué tono. Hay una curiosa web que mediante un test permite jugar a descubrir esas diferencias de percepción.
En cualquier caso, y como dice el grandérrimo Michel Pastoureau, si alguien de la antigua Roma nos visitara hoy le extrañaría ver tanto azul por todas partes, porque durante siglos ha sido caro de producir y por tanto resultaba muy escaso en la vida cotidiana.
Su uso solo se extendió cuando, para la elaboración de tintes como el azul ultramar, pudo sustituirse el lapislázuli o la azurita, solo al alcance de las clases altas, por alternativas más económicas, como el índigo o el primer pigmento sintético: el azul de Prusia, descubierto accidentalmente en Berlín por el químico Heinrich Diesbach en 1704 cuando intentaba fabricar un colorante…rojo. 🤣
Casa de citas
“Probablemente estoy habituado a sentir tanto lo falso como lo verdadero, lo soñado con tanta nitidez como lo visto, que he perdido la distinción humana, falsa, según creo, entre la verdad y la mentira.
Basta con que yo vea nítidamente, con los ojos o con los oídos o con cualquier otro sentido, para sentir que lo que veo es real. Puede ocurrir que hasta pueda sentir dos cosas contradictorias al mismo tiempo. No importa.”
Viajes alternativos
Con los griegos que ignoraban olímpicamente el azul a mí me sirve por hoy, pero si necesitas más personajes excéntricos, te presento a Joël Henry, periodista y creador del Laboratorio de Viajes Experimentales:
Dice Wikipedia que, de forma similar al grupo Oulipo, la auto imposición de restricciones arbitrarias al diseñar sus peculiares itinerarios de viaje ha conseguido que Henry enriquezca la (cada vez más vulgar) experiencia del turismo y la convierta en un juego.
Henry nos propone paquetes vacacionales como ir al aeropuerto y echar el día allí, dibujar una linea en un mapa e intentar cubrir el recorrido desviándose lo menos posible de ella o viajar a una ciudad y disfrutar de sus puntos de atención al público (Correos, Ayuntamiento, comisarías, oficinas de empleo…) con la idea de usar el equipamiento del que dispongan (ordenadores, fotocopiadoras, folletos…) y alimentarse en exclusiva de su oferta gastronómica (fuentes de agua, máquinas de snacks y bebidas, cafeterías…).
Otras recomendaciones de este elemento son salir a hacer turismo en serie (visitando solo fábricas de turrón, abadías románicas o bares frecuentados por Hemingway) o acudir al llamado de reclamos icónicos como tantos otros millones de turistas, pero para darles la espalda y hacer una foto mientras se apunta en la dirección equivocada.
Con la tontería, a Jöel le salieron un buen número de posibilidades. Tantas, que escribió un libro con ellas y consiguió que se lo publicara nada menos que Lonely Planet. Está descatalogado, pero aún se puede encontrar de segunda mano (en inglés). En la precaria web del Laboratorio se mantiene una relación con todas las propuestas.
Mayo en el jardín
Al teatro
Durante la final del Mundial de fútbol 2022, los integrantes de una pequeña compañía teatral se reúnen en un piso para decidir si firman o no el contrato con el que siempre han soñado. Eso sí, a cambio han de expulsar a la fundadora del grupo y sustituirla por una actriz famosa.
En forma de comedia llena de gags que funcionan, les vemos debatirse entre la ambición y la lealtad apenas a un metro del público, con un atrezzo que ya quisiera la mayoría de las producciones ahora en cartel y una dirección de escena que consigue recrear distintos ambientes en un espacio mínimo, con movimientos fluidos y llenos de sentido, al contrario que algunos montajes supuestamente más ambiciosos (ejem, ejem).
En el texto se habla de precariedad, de la transición a la vida adulta y de la desigualdad y la falta de oportunidades. Se exploran las relaciones entre ellos y se nos muestran el alma, los miedos y los anhelos de cada personaje. Al final, cada uno de ellos tendrá que elegir bando, pero su dilema nos interroga a todos. ¿Tú qué harías?
Por si te falta un último empujón para decidirte, ¿Qué hacemos con Bea? se programa en la sala Lola Membrives del Teatro Lara. Sí, esa donde dicen que el espíritu de la popular actriz argentina del XIX se pasea entre bambalinas, deja oír su voz cantando en los camerinos y hasta se manifiesta sobre las obras que allí se representan. En este caso, una función fresca que te reconcilia con la esencia del teatro y, encima, con fantasma. No se puede pedir más.
Más pistas. También a la capital, el14 de mayo, víspera de San Isidro y en la Escuela Popular de La Prospe (Luis Cabrera, 14), regresan Carlos Plusvalías y el Discurso sobre el hijo de puta, monólogo basado en la obra de Alberto Pimenta.
Y en junio… Bueno, eso ya habrá tiempo de contarlo por aquí.
Es todo. Recuerda ser lo menos productivo/a y multitarea que puedas. ✋
📩 Parte de quienes la recibís, comentáis la Excéntrica conmigo en persona pero, como carta que es, también se puede acusar recibo en los comentarios, por correo o con un laik ;) Gracias por la lectura.