Tras las huellas de Tereshkova, Jeanne Baret y una tal María alrededor del mundo
Carta excéntrica #41
En la Carta anterior se enlazaron varias historias de caminantes. Es fácil enhebrar conexiones entre ellos porque desde siempre ha habido un buen número de hombres con los medios y la oportunidad de llevar a término sus proyectos. Ellas… pues no tanto.
No, no es lo mismo
Resulta que en estos días se han conjurado noticias y serendipias que reclaman otra entrega viajera, pero protagonizada por mujeres singulares. Lo de las noticias va por esos titulares sobre la primera misión espacial femenina, en referencia a las seis integrantes de un vuelo suborbital de Blue Origin.
Seguro que la experiencia da un buen un subidón de adrenalina, pero el mayor mérito de este pinkwashing consiste en tener dinero suficiente para que te suban y bajen de cien kilómetros de altura en diez minutos. Lo que dura una atracción de feria.
Como en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Valentina Tereshkova, había que dejar constancia de que, aunque viajara en solitario, la primera mujer en ir al espacio fue ella. En 1963, al mando de la Vostok 6 y orbitando el planeta durante tres días. Que no es lo mismo.
Civil, obrera en una fábrica textil, militante comunista y paracaidista, fue seleccionada junto a las dos suplentes de la misión, Irina Solovyova y Valentina Ponomariova, entre decenas de aspirantes y tras ocho meses de entrenamiento
Sin poder dar con el origen de la cita, cuentan que Chaika (su nombre en clave, que significa gaviota en ruso) dijo al regresar que “un pájaro no puede volar con una sola ala y el vuelo espacial humano no puede desarrollarse más sin la participación activa de las mujeres”.
Tras el éxito de esa misión, Tereshkova sugirió que se planearan otras similares, pero habría que esperar hasta 1982 para que a bordo de la Soyuz T-7 Svetlana Savitskaia se convirtiera en la segunda mujer en el espacio y, dos años después, también la primera en salir de la nave y completar un paseo espacial.
Tereshkova pudo aprovechar sin muchos impedimentos la oportunidad de ir al espacio, salvo tener que decir a su madre que todo formaba parte de unos ejercicios de paracaidismo, para no preocuparla con la idea de que iba a ser la primera cosmonauta de la URSS.
Mucho más complicado lo tuvo Jeanne Baret, una de las diez homenajeadas como heroínas de Francia en la apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, para convertirse en la primera mujer en dar la vuelta al mundo.
Un largo camino de ida y vuelta
Nacida en una familia de jornaleros de la Borgoña francesa, Baret perdió a su madre con apenas quince meses y a su padre cuando contaba quince años. No se sabe mucho más sobre su juventud, salvo que aprendió a leer y escribir y que se colocó como ama de llaves en la casa del médico y naturalista Philibert Commerson.
A la muerte de la esposa de Commerson, inició una relación con su empleador que tuvo como fruto un hijo, aunque no fue reconocido por el padre y se entregó al hospicio de expósitos de París.
En 1765, Commerson fue invitado en calidad de botánico a participar en una expedición francesa que pretendía dar la vuelta al mundo, recopilar información científica y aumentar el prestigio y la influencia del país en otras latitudes.
Commerson, que muy buena salud no tuvo nunca, puso como condición que se le permitiera contar con un ayudante y cuidador y elaboró un extravagante plan en el que Jeanne se haría la encontradiza en el puerto de La Rochelle y se postularía como experta en plantas para hacerse con el puesto vacante. Eso sí, disfrazada de hombre, ya que la presencia de mujeres a bordo estaba prohibida por las ordenanzas militares.
De forma muy conveniente, a los dos “botánicos” se les cedió el uso en exclusiva de un camarote y un cuarto de aseo, lo que dice bastante poco (o mucho, según se mire) de las dotes de observación del capitán de la misión.
Esquivando a la marinería, vestida de caballero y con el pecho vendado hasta casi la asfixia, Jeanne no solo cuidó de la pierna siempre ulcerada de Philibert y de sus mareos durante la travesía, también hizo buena parte del trabajo de recogida y catalogación de plantas, minerales y conchas mientras su “jefe” descansaba en el camarote.
Entre otras muchas y a su paso por las costas de Brasil, halló una especie que sería catalogada como buganvilla en honor al comandante de la expedición, Louis Antoine de Bougainville.
Al parecer, fue tras cruzar al Pacífico y llegar a Tahití cuando los nativos (o la tripulación, depende de las versiones) descubrieron el engaño de Jeanne, lo que terminó en una agresión sexual o, cuando menos, un desagradable episodio que aconsejó el desembarco de la pareja en la isla Mauricio. A pesar de abandonar la expedición, continuaron allí con su labor hasta catalogar más de 5000 especies, la mayor parte desconocidas en Europa.
Philibert falleció poco tiempo después y, para ganarse la vida, Jeanne se puso al frente de una taberna y otros negocios. Se casó con un marinero y en 1775 regresó a Francia con todas las muestras que había recopilado.
Al llegar, reclamó la herencia dejada por Commerson y el rey Luis XV reconoció su gesta como primera mujer en dar la vuelta al mundo, además de concederle una pensión vitalicia de doscientas libras al año. Olvidada su contribución a la Ciencia durante mucho tiempo, ahora tiene tres especies de plantas bautizadas en su memoria y un monte de Plutón lleva por nombre Baret.
Viajeras paralelas
En cuanto a las serendipias, mientras se cocinaba esta carta la muy recomendable newsletter Mapas Milhaud dedicaba un número a la primera vuelta al mundo en barco en solitario. Se citan en ella tanto el primer viaje de Juan Sebastián Elcano alrededor del globo como el segundo en el que participó, esta vez a las órdenes de García Jofre de Loaísa. Y resulta que en esa expedición también iba una mujer.

Entonces… ¿Jeanne Baret no fue la primera en circunnavegar la Tierra?
Bueno, vamos por partes. A Francisco José García Jofre de Loaísa, a quien por razones obvias llamaremos a partir de ahora sólo García, se le encomendó la tarea de regresar a las islas Molucas tras el penoso y costoso éxito, pero éxito al fin y al cabo, del primer viaje de Magallanes y Elcano. Al mando de siete barcos, partió de A Coruña el 24 de julio de 1525.
Como en la historia de Commerson, solo que dos siglos y medio antes, se cuenta en diversas crónicas que García iba acompañado por una mujer que también le dio un hijo y que también era su sirviente, en este caso de piel negra y esclavizada. De ella solo conocemos el nombre: María.
La expedición descubrió el paso por el cabo de Hornos y las islas Marshall pero, antes de llegar a su destino, la escuadra se desintegró separándose en distintas direcciones y encadenando deserciones. Para colmo, tanto García como Elcano murieron de una intoxicación alimentaria. Sin embargo, no consta que María corriera la misma suerte así que, como los supervivientes lograron llegar a las Molucas, ella habría sido la primera mujer en cruzar el Atlántico y el Pacífico.
Solo la nave capitana, la Santa María de la Victoria, alcanzó su objetivo final y todo para bregar allí durante un año contra los portugueses, que disputaban a España el control del mercado de especias. Algunos expedicionarios huyeron en desbandada, otros fueron presos y, en resumen, de los 450 que iniciaron el viaje tan sólo un puñado, con Andrés de Urdaneta como cabeza visible, regresaron a Lisboa en 1536, doce años después de su partida desde España.
¿Y que pasó con María? Lo último que se sabe es que el testamento de García indica que tanto ella como el hijo de ambos debían ser entregados a su hermano en Ciudad Real. Pero una novela firmada a cuatro manos por el capitán de navío Luis Mollá y la escritora Verónica Martínez (Africana) especula con la idea de que, al igual que Jeanne Baret tras la muerte de su esposo, ella hubiera regresado de algún modo a Europa años después.
No existen pruebas, ni tampoco más indicios del retorno que el deseo expresado por García en sus últimas voluntades, pero tienes que reconocer que hay cierta justicia poética en la posibilidad de que algún día María se revele como la primera mujer que dio la vuelta al mundo. Aunque fuera en contra de su voluntad.
Casa de citas
Nuestros inventos suelen ser bonitos juguetes que distraen nuestra atención de asuntos serios. No son más que medios mejorados para un fin que no ha mejorado y que ya era muy fácil de alcanzar, como asequibles resultan hoy Boston o Nueva York por vía férrea. Tenemos prisa en construir un telégrafo magnético entre Maine y Texas; pero puede que Maine y Texas no tengan nada importante que decirse […] Después de todo, el hombre cuyo caballo corre una milla por minuto no siempre es portador del mensaje más importante.
Clásicos a la carta
La nueva plataforma de contenidos audiovisuales del Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA) aún está en fase de pruebas, para curiosear y reproducir parte del catálogo que la compone, con fondos de las filmotecas Española, de Catalunya, Valenciana y del Archivo del Sonido y de la Imagen de Mallorca.
En muchos casos son solo avances y recopilaciones breves, pero ya se pueden ver también cortos, documentos históricos, grabaciones de cine doméstico y otras pequeñas piezas de cuando el cine español estaba en pañales.
Al hilo de esto, y gracias a mi amigo L.M., otro recurso increíble: la colección en línea de los noticieros que la agencia Hearst produjo para su exhibición en los cines entre 1929 y 1967 y que luego donó a la Universidad de California. Una miríada de vídeos que ya no son noticia pero aún resultan fascinantes.
Gracias por la lectura. Disfruta de tu hobby favorito durante el finde.✋
📩 Ya sabes lo mucho que gustan y lo poco que cuestan likes, comentarios o correos. ;)
Desconocía la historia de Jeanne Baret. Apasionante.
Una gran colección de aventuras. La historia de Jeanne Baret siempre me ha parecido fascinante.