Carta excéntrica #39
Ladrones clásicos, luces y sombras, hombres fósiles y mujeres echando la siesta.
Hoy te invito al cine. A una de aventuras, de las que te mantienen atado a la butaca, con protagonistas magnéticos y acción sin tregua, aunque no es precisamente una peli de estreno. 🍿🍿🍿
El ladrón de Bagdad (sin hache)
Listas hay de todas clases y para todos los gustos. El American Film Institute, por ejemplo, ha confeccionado varias con los mejores diez largometrajes estadounidenses de todos los tiempos por géneros. Y en el top ten de la categoría “cine fantástico”, aparece una película muda que acaba de cumplir nada menos que cien años: El ladrón de Bagdad.
Así, sin hache. Porque, total, las aventuras de un atlético y jovial buscavidas capaz de todo por el amor de una bella princesa no precisan de una ciudad real como escenario. Transcurre en una ensoñación, en el estilizado mundo de las Mil y una noches según el orientalismo de 1924, a caballo entre el cine expresionista y el art noveau.
Douglas Fairbanks no solo es el actor principal. Supervisó la dirección de Raoul Walsh y también el guion original, aunque esta vez no lo firme, como hizo en otras ocasiones, bajo el seudónimo de Elton Thomas.
Para que todo quede en casa, la película es una producción de United Artists, compañía creada pocos años antes por Griffith, Chaplin, el propio Fairbanks y su esposa Mary Pickford -la novia de América- para preservar el control creativo de actores y directores frente al poder de los grandes estudios.
El rodaje duró más de un año y se invirtió un millón largo de dólares (un pastizal en la época) para pagar a 3.000 extras, construir un desmesurado set con calles, palacios y murallas y hacer posibles unos efectos especiales jamás vistos, aunque para ello hubiera que recurrir a prácticas (ejem, ejem) discutibles.
Es el caso del vuelo de la alfombra mágica. Ese truco, junto a otros igual de epatantes, aparecía en una película de Fritz Lang filmada tres años antes. Fairbanks, el muy pillín, decidió comprar los derechos de exhibición en Estados Unidos para retrasar el estreno y ser el primero en asombrar al público con ese efecto visual.
La alfombra era una plancha de acero de dos centímetros de grosor suspendida por una grúa a diez metros del suelo mediante dieciséis cuerdas de piano y sobre la que el actor (que no utilizaba dobles en las escenas de riesgo) y su partenaire (a quien imaginamos aterrorizada viendo a Fairbanks hacer el ganso) planeaban por Bagdad (sin hache).
Fairbanks también copió de los alemanes una escenografía cercana al expresionismo, aunque con una paleta de colores más clara y luminosa, para recrear jardines, balcones, y torres por donde nuestro pícaro ladrón escalaba y daba piruetas con el torso desnudo y pantalones con brilli-brilli y transparencias al estilo de los ballets de Diaghilev. Jerry Siegel y Joe Schuster se inspiraron en el musculoso cuerpo del actor para dibujar a Superman. Pero con capa, claro.
El viaje de los príncipes de Mongolia, Persia y la India en dura competencia con nuestro ladrón, Ahmed, por hallar el objeto más singular del mundo y así ganar el favor de la hija del califa (Julanne Johnston) no es el argumento más original (ni feminista) de la Historia, ahí te doy la razón.
Pero esa sencilla trama nos ha legado una película muy entretenida y un puñado de escenas con efectos inéditos hasta entonces, como el mundo submarino recreado con cristales, el infierno en llamas, estatuas gigantes que cobran vida, capas de invisibilidad y caballos voladores que siguen siendo fascinantes hoy.
Bueno, el percherón con alitas, no.
Otra de sus virtudes es la elección de los secundarios. El malo malísimo recayó en Sōjin Kamiyama. Su cómplice era Anna May Wong, que también lo bordó. Tanto que acabó encasillada en papeles similares como personificación del tópico de la oriental perversa.
Hay otras curiosidades en el reparto, como que el príncipe indio fue interpretado por el actor Noble Johnson, quien tuvo que blanquear su piel negra a base de capas y capas de maquillaje para encajar en el papel. O la presencia en los créditos de M. Comont como príncipe de Persia, escamoteando el detalle de que era una mujer, una actriz francesa de nombre Mathilde. No se entiende la razón para ocultarlo, además de resultar evidente viendo la peli.
También se contó con varios niños, disfrazados de guardias de palacio, para conseguir la ilusión de que custodian un simio gigantesco que, obviamente, es un pequeño chimpancé.
Si te pica la curiosidad, tienes varias opciones para verla. En Youtube está disponible una versión restaurada, con una banda sonora inspirada en la Sherezade de Rimsky- Korsakov a cargo Carl Davis. También puedes encontrarla, con los intertítulos subtitulados al castellano, en Prime Video, Filmin y Dailymotion. De nada.
Casa de citas
“En estas circunstancias, a muchos les parece que es obvio que no hay nada que hacer y que es mejor el destino discreto de apartarse, de quedarse leyendo y escribiendo, enseñando y estudiando, y en definitiva resistiendo, una actitud que a fin de cuentas puede llegar a alcanzar una verdadera dimensión política y que recuerda el espíritu inicial de la filosofía en un sentido socrático: el individuo que pasea al caer la tarde y dialoga con los otros y les muestra la posible verdad de las cosas y que espera que juntos la vayan construyendo.”
Luces y sombras de Hopper
El mundo de Edward Hopper es extraño. Y no solo por la sensación de desamparo, soledad o aislamiento que transmiten los personajes de sus cuadros. Es que casi nada encaja en su vida o en su obra. Se le adscribe al “realismo americano”, pero Hopper se formó en la Francia de los impresionistas y renegaba de sus contemporáneos. Fue un ilustrador profesional que odiaba la ilustración y en cuyos supuestos retratos urbanos de Nueva York jamás pinta ni sus rascacielos, ni su intenso tráfico, ni sus multitudes en las calles, ajeno por completo a la diversidad racial o las tensiones sociales de los años 60.
El primer impulso es asociar sus cuadros a instantáneas fotográficas, pero las composiciones de Hopper no tienen nada de apunte rápido del natural. Los juegos de luz sobre fachadas, tejados o penetrando en interiores son ejercicios mucho menos realistas de lo que aparentan, casi abstractos en ocasiones. Y, si es preciso, llega a recrear habitaciones, oficinas o cafés que no existen o que responden a una física imposible.
Es el caso de “Nighthawks”. Cuatro noctámbulos en un diner, personajes que no se cruzan la mirada en el interior de esta cafetería sin neones que la anuncien y sin nombre (el cartel superior es un reclamo publicitario de puros). Un local con una extraña barra triangular al que no sabemos por dónde se entra.
Como muestran los muchos bocetos previos, no es una estampa capturada durante un paseo nocturno de Hopper por su barrio. Es una creación donde mezcla elementos y apuntes previos. Cada sombra, gesto o escorzo responden a decisiones calculadas durante meses. Ideas que esbozaba mirándose en el espejo o pidiendo a su esposa Jo que posara para él, como siempre hacía cuando necesitaba incorporar figuras femeninas.
Viajes a un pasado lejano
Antropología y aventuras se mezclan en este libro, cortesía de los amigos de Capitán Swing. Se centra en la vida del científico Tim White, responsable de dar con los restos de un homínido de hace 4,4 millones de años, mucho más antiguo que la famosa Lucy.
Pattison explica la importancia del hallazgo y cómo revoluciona la comprensión del origen de la humanidad, pero además es una crónica de una personalidad excesiva y polémica hasta el extremo, de los celos profesionales entre antropólogos muy mediáticos, de quince años de estudios secretos antes de ofrecer los resultados en público y de como la expedición de White sorteaba las dificultades para excavar en una remota zona de Etiopía asolada por los señores de la guerra.
Para completar la inmersión en el pasado, otra recomendación: la newsletter Smilodont, donde se responde a preguntas como si miramos el fuego porque nos hace sentir seguros, si la adicción al tabaco es culpa de los neandertales o para qué domesticamos a perros y gatos. Además tiene un spin-off en forma de podcast con el título ¿Qué nos hace humanos?
Pues vale ya por hoy, que estoy agotado. Hasta la próxima.✋
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