Carta excéntrica #26
Sellos imaginarios, el niño murciélago, orquestas gallegas y placeres culpables.
La pregunta tonta del día. ¿También te estremeces cuando en la carretera un transporte de tuberías se coloca justo delante? Hemos visto suficientes películas como para saber qué pasa a continuación cuando un camión así sale en escena. O un puesto callejero de fruta.
Hala, venga, al lío.
Sellos de otro mundo
En tiempos donde apenas sobrevive el correo postal y el que aun existe se franquea con etiquetas, lo de pasar las largas tardes veraniegas de la infancia catalogando sellos en un álbum, como que ya no estila.
Pero cuando Donald Evans contaba pocos años, en los cincuenta del pasado siglo, coleccionar sellos era una afición bastante extendida. En compañía de un buen amigo, Donald acostumbraba a echar el rato dibujando pueblos y ciudades imaginarias pobladas por peculiares habitantes que vivían en ricos palacios y edificios. Y ese pasatiempo le llevó a la filatelia.
Para dar más realismo a la ficción, se puso a diseñar pacientemente los sellos de los países de esa fantástica geografía. Cuando se aburrió de la tarea, los recopiló todos en un álbum que puso en un cajón, el cajón donde archivar la memoria de sus juegos infantiles.
Ya bastante más crecidito, convertido en un joven arquitecto con ganas de hacer carrera, se mudó de Estados Unidos a Países Bajos. Llevaba consigo el viejo álbum, ese que solo conocían algunos familiares y amigos íntimos. Y decidió retomar de nuevo el hobby infantil:
¨Mis primeros sellos fueron diseñados para varios países imaginarios con nombres de amigos holandeses y también de Achterdijk. Un comerciante de Ámsterdam se ofreció a venderlos, lo que me animó a hacer más”.
Siempre con el mismo pincel y con una paleta de acuarelas de colores apagados, tan desvaídos como los de los sellos decimonónicos, Donald inventó el servicio postal de cuarenta y dos países inexistentes, dibujando las playas tropicales de Amis y Amants, estampas de Katibo, paisajes de Adjudani, los cielos de la isla First Love o los molinos de Nadorp.
En apenas seis años, diseño 4.000 sellos a los que -bien como añadido irónico o simplemente para disimular algún fallo- sobreponía en ocasiones la impresión de un matasellos también artesanal, tallado en una goma de borrar.
Estados ficticios y tierras imaginarias surgían, a modo de diario íntimo en color, de paseos, de encuentros con los amigos o como reflejo de su estado de ánimo, transformando todo ello en naciones a las que dotaba de historia, geografía, moneda y hasta vestimenta tradicional.
Países como Barcentrum, inspirado en un local de copas que frecuentaba en Amsterdam, o Mangiarte, del que nos dice que era un bucólico enclave invadido durante la Segunda Guerra Mundial por el ejército de Antipasto.
Los temas y motivos fueron evolucionando con el tiempo. Evans advirtió que «cuanto más hago, más loco y más minúsculo se vuelve el detalle y más similares a un sello postal se convierten. Y eso me intriga…».
Bajo sus mínimas acuarelas empezaron a latir, además de las vivencias cotidianas del artista, las contradicciones de su época.
Porque en los años setenta se suceden los procesos de descolonización, y muchos diseños de Evans pueden leerse como una mirada reflexiva y crítica sobre las grandes potencias occidentales.
Un remedo poético donde se recrea cómo los estados coloniales (a través de algo tan aparentemente inocente como los sellos) fijaron imágenes estereotipadas de los países que dominaron.
El 29 de abril de 1977, un incendio en el edificio donde residía sorprendió a Evans mientras se encontraba en las escaleras. Y allí mismo murió, atrapado por las llamas.
Uno de nuestros excéntricos de cabecera, Bruce Chatwin -escritor, viajero y rendido fan de su trabajo- le rindió homenaje participando en el prólogo y en el proceso de publicación del “Catalogo del Mundo” que Evans dejó a su muerte:
“No puedo pensar en otro artista que expresara de manera más sucinta y hermosa las mejores aspiraciones de esos años: la huida de la guerra y la máquina; el ascetismo; la inquietud nómada; el anhelo de tierras sensuales y misteriosas; el retiro de las obsesiones públicas a las privadas, de lo grande y ruidoso a lo pequeño y silencioso".
Casa de citas
“En este tiempo posmoderno desintegrado, fragmentado, que borra todas las fronteras y jerarquías, que a través de su estructura de espejo universal otorga derecho a todos y a todos concede el derecho a cualquier cosa, en este tiempo de personalización, tiempo de desaparición de límites entre lo «sublime» y lo «ordinario», entre el arte y el no arte, en este tiempo de indiferente bulimia consumista, tiempo de atrofia de sentimientos, la basura tiene todas las puertas abiertas de par en par, la basura penetra todos los poros de la vida.”
El niño murciélago
La web de Weekly World News sigue en activo, aunque esta revista hecha a base de noticias absurdas e increíbles dejó de publicarse en papel en 2007.
Titulares sensacionalistas, recortes de sucesos curiosos vistos en otros medios y noticias sobre abducciones extraterrestres, ataques de monstruos o avistamientos de Elvis Presley y otras celebridades fallecidas, además de imágenes borrosas o burdos fotomontajes de Big Foot o Nessy, engordaron sus páginas.
Y, al mismo ritmo, engrosaron también sus finanzas, porque llegó a vender más de un millón de ejemplares de cada número.
Buena parte del éxito tuvo que ver con la llegada a sus portadas en blanco y negro de “Bat Boy”, un niño murciélago supuestamente hallado en una cueva de Virginia.
Sus imaginarias peripecias engancharon a miles de lectores, que le siguieron mientras aprendía a hablar, se enamoraba, robaba coches o se daba a la fuga para ser luego perseguido y encerrado por el FBI. Se hizo tan popular que hasta le dedicaron un musical:
Bueno, Bat Boy sale a colación porque el caso es que la fama del niño murciélago también llegó a España. A lo mejor recuerdas que, a mediados de los años noventa, hubo una efímera versión en castellano de la revista, con el título “Noticias del Mundo”.
Solo que aquí Bat Boy se llamaba Mauricio.
Aunque comenzó fuerte, la franquicia no logró arraigar. Las ventas descendieron rápidamente y apenas se asomó a los kioscos durante un año, pero la despedida fue genial.
Un buen días anunciaron a los lectores que todos los integrantes de la redacción se iban a desplazar hasta el Triángulo de las Bermudas para preparar desde allí un número especial.
Y, obviamente, de ellos nunca más se supo.
Un podcast
Una serie de ocho episodios sobre el auge y caída (literal) de Lito, el rey de las orquestas, el empresario que durante décadas monopolizó, con prácticas digamos que poco transparentes, el negocio de las fiestas populares en Galicia.
Habla del por qué del éxito de las mega bandas musicales de verano en las parroquias gallegas, de la competencia entre aldeas por incluirlas en las fiestas, de su importancia política para asegurar alcaldías, de cómo las verbenas generaron una economía sumergida de decenas de millones de euros, del día a día de los músicos y trabajadores detrás del escenario y de los orígenes y evolución de formaciones míticas, como la orquesta Panorama.
Con algún reparo formal (no siempre se identifican las voces y hay digresiones que cortan el ritmo), merece la pena la escucha para conocer la vida de Lito, un personaje controvertido cuyo reinado acabó en suicidio tras varios juicios y condenas por fraude fiscal.
Septiembre en el jardín
Placeres culpables
Jeff Lynne se retira de los escenarios con una gira por los EEUU en la que hará sonar de nuevo todos los clásicos de la Electric Light Orchestra.
Ya, ya, no me digas más: que si grupos de laboratorio, que si Xanadú no es apta para diabéticos, que si vaya plasta de AOR, que si lo que hizo Phil Collins con Genesis…
Pero reconoce, si lo viviste en su día, que también se te iba la oreja al escuchar la pesada batería del Don’t n bring me down, el buen rollo del Rock ’n’ Roll Is King o esos prólogos y codas con distorsiones y arreglos pseudoclásicos, marca de la casa.
Todo eso en una época de grabaciones analógicas, cuando meter una modulación a una voz o una guitarra suponía trastear con carísimos cacharros de un metro cúbico salpicados de potenciómetros de perilla que, en muchos casos, solo servían para hacer un único efecto y ningún otro.
A riesgo de ser excomulgado, voy más allá. ¿Cómo habrían sonado, un suponer, los Beatles a mediados de los setenta? Pues hay quien dice que… como la ELO.
* Te recuerdo que McCartney hacía esto en 1980.
Otro argumento: además de grandes amigos, Jeff Lynne y George Harrison inventaron en comandita a los Travelling Wilburys, y este Mr. Blue Sky lo podría haber firmado perfectamente el propio George.
Hala, crucifícame.
Eso sí, un rato después llegarían Sex Pistols, Ramones y The Clash pateando la puerta para revolucionarlo todo. Y los discos de las bandas de rock progresivo quedaron relegados en un rincón, acumulando polvo.
Bueno, voy a echar una partida antes del vermú. Gracias por la lectura ✋.
Te recuerdo, Amanda, la calle mojada y que puedes contestar a la carta en los comentarios o enviarme un correo.