Jubilados vigilando cómo va la obra, vacas en un avión y ladrones de relojes de lujo
Carta excéntrica #18
Saludos excéntricos, dominicales y electorales, que hoy elegimos Parlamento Europeo. En fin, si antes o después de votar abres esta Carta, gracias por la lectura y que gane el mejor.
Jubilados mirando obras (el campeonato).
En el dialecto del italiano que se habla en Bolonia, Umarî significa literalmente “hombrecillo”, pero dice Wikipedia que también se aplica a:
“Hombres en edad de jubilación quienes pasan su tiempo mirando sitios de construcción, especialmente obras viales, estereotípicamente con las manos cruzadas detrás de su espalda y ofreciendo consejos no deseados.”
Vamos, que los jubilados curioseando las obras no es un invento de aquí. Sean de donde sean, los umarell profesionales están llamados a participar en el “Campionato Mondiale di Umari”, cuyo plazo de inscripción se cierra el 10 de junio.
Así que ya tienes otro plan para hoy.
Se compite en tres modalidades: bocetos tomados del natural, notas de texto detalladas sobre el progreso de las obras que se estén observando y creaciones literarias libres en prosa o verso inspiradas en la experiencia personal.
Los menores de quince años cuentan con su propia categoría, una “búsqueda del tesoro” en la que deberán localizar en la calle y marcar como “vistos” los objetos que aparecen en la guía oficial de la prueba:
El campeonato tiene una buena dosis de retranca, pero se organiza desde un colectivo de ingenieros y urbanistas que cree ver en el hábito de los jubilados algo más que una forma de pasar el rato:
“Se interesan por el entorno construido, el entorno que nuestra especie crea y en el que la mayoría de nosotros pasamos la mayor parte de nuestro tiempo.
Un umarell dirige su atención a la creación de ese entorno, tomándose el tiempo para apreciar los materiales, las máquinas y los músculos de los que emerge.
Hacer “umarelling” es un acto de respeto y aprecio.”
Echar la mañana acodado en una valla tiene más miga filosófica y sentido cívico de lo que parece. Ese punto de vista me recuerda a Nani Moretti.
En la primera parte de Caro diario (en Filmin o Prime Video), Moretti recorre Roma a lomos de su Vespa, como seguro recuerdas. Y si no, ya te pongo yo el cartel de la película para que hagas memoria.
Nos cuenta cuánto le gusta detenerse delante de algún edificio que, por lo que sea, llama su atención y entrar a hablar con los inquilinos. Luego sugiere que podría hacerse todo un largometraje que tan solo mostrara, una tras otra, fachadas y más fachadas de casas, bloques de viviendas o palacios. Y a eso precisamente dedica los siguientes minutos. Otro acto de curiosidad y cariño por la ciudad y sus habitantes.
Casa de citas
“Importa el precio, no el valor.
Interesa el título, no el contenido.
El número del calzado, no hacia dónde va
quien se supone que eres.
Adjuntar una fotografía con la oreja visible:
lo que cuenta es su forma, no lo que oye.
¿Qué oye?
El fragor de las trituradoras de papel.”
”Escribiendo el currículum”
Paisaje con grano de arena. Wisława Szymborska.
Un(os) libro(s)
No me canso de recomendar la Trilogía de la guerra y, también de Fernández Mallo, me fascina su remake de El hacedor de Jorge Luis Borges, en el que reescribe los textos del original.
Se apropia de ellos, transcribe párrafos enteros, los moldea para darles nuevos sentidos y los amplía con enlaces a otros materiales y a vídeos en YouTube en una intervención artístico-literaria.
Si lo buscas, verás que está descatalogado o a precios imposibles en el mercado de segunda mano. María Kodama, viuda de Borges, obligó a Alfaguara a retirarlo de la circulación alegando el uso sin permiso de fragmentos protegidos por derechos de autor.
(También te digo, mientras acaricio al gato en el sillón y sonrío malvadamente, que sigue circulando por la red en formato digital).
A lo que voy es que, con esos precedentes, no me he podido resistir a Madre de corazón atómico.
Una auto-ficción en la que el Fernández Mallo habla de su padre, un singular veterinario a quien un buen día se le ocurrió la idea de importar en avión decenas de vacas desde Estados Unidos a España.
Cincuenta años más tarde, mientras el padre enfermo pierde irremisiblemente la memoria y la vida, su hijo repite aquel viaje a América, en un intento por reconstruir el pasado y la relación entre ellos.
En el camino surgen, se esfuman y reaparecen otros muchos personajes, objetos (como el disco de Pink Floyd que da título al libro) y pequeñas historias que se entrecruzan en conexiones inesperadas y dan pie a reflexiones sobre la identidad personal, la familia, el tiempo, la realidad o la muerte.
Un podcast
Tranquilidad, que no es un true crime ;).
Relojeros cuenta, en seis capítulos de apenas veinte minutos, la historia de los “internacionales”, bandas compuestas por una marcadora, un piloto y un cortador que comenzaron robando al descuido relojes de alta gama en el transporte público de Buenos Aires o Bogotá y fueron creciendo en técnica y ambición hasta esparcirse por medio mundo.
Conocemos en primera persona sus biografías, sus rutinas de entrenamiento, los métodos para obtener el botín y hasta supersticiones convertidas en (casi) cultos religiosos.
Por el camino, Javier Gómez Santander y Nahuel Gall nos presentan abogados que viven de defender a esos delincuentes, peristas, unidades policiales especializadas, detectives privados, testaferros, reducidores, narcos, pistoleros franceses, mafiosos italianos… Un submundo de personajes tan fascinantes que corres el riesgo empatizar demasiado. Porque al final se dedican a lo que se dedican, claro.
Me espera Karl para ver cómo va la obra de enfrente, así que ¡hasta la próxima! ✋.